¿Tus pacientes con dolor en el hombro no mejoran como esperas?
Sabes que el síndrome subacromial es una de las patologías más frecuentes del hombro y una de las causas más comunes del dolor. Y aunque el diagnóstico clínico puede parecer sencillo, muchas veces la causa exacta del dolor permanece oculta.
Muchas veces el dolor persiste a pesar del tratamiento… y te preguntas:
¿Estoy pasando por alto algo importante?
La respuesta podría estar en los desequilibrios en la sinergia muscular escapulohumeral que alteran la sinergia entre el deltoides anterior, el trapecio superior y el trapecio inferior. Sin analizarlos, corres el riesgo de aplicar tratamientos y ejercicios que no corrigen el problema… o incluso lo agravan.
Aquí es donde entra la Electromiografía de superficie (EMG): una herramienta que te permite ver con claridad cómo se comportan los músculos durante el movimiento real del paciente. Ya no tendrás que adivinar: podrás medir, comparar y actuar con precisión.
Imagina poder identificar si tu paciente está elevando el brazo con una activación exagerada del deltoides, o si su trapecio inferior apenas participa. Ahora puedes hacerlo con datos objetivos que transforman tu razonamiento clínico.
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Paso 1: Identifica los síntomas que te dan pistas
Antes de colocar electrodos o hacer una valoración instrumental, escucha a tu paciente.
Lo que suelen decir:
- – “Me duele levantar el brazo por encima de la cabeza”
- – “Siento que tengo menos fuerza en el hombro”
- – “Me cuesta vestirme o alcanzar objetos altos”
¿Qué debes sospechar?
Estos síntomas son típicos del síndrome subacromial, pero también apuntan a un desequilibrio en la sinergia entre los músculos movilizadores (como el deltoides) y los estabilizadores escapulares (como el trapecio inferior o el trapecio superior).
Paso 2: Evalúa la flexión de hombro con EMG y observa el patrón motor
Una de las pruebas más útiles es pedirle al paciente que realice una flexión de hombro activa hasta 180º (o hasta donde pueda sin dolor) mientras se registra la actividad muscular con EMG de superficie.
Coloca los electrodos en:
- Deltoides anterior (movilizador principal del gesto)
- Trapecio superior (elevador escapular)
Trapecio inferior (estabilizador y rotador escapular)
El objetivo es ver cómo interactúan estos tres músculos durante el movimiento doloroso.
Paso 3: Conoce los patrones típicos de disfunción neuromuscular
Lo que puede salir mal:
- – Deltoides anterior hiperactivo:
Si se activa demasiado pronto o demasiado fuerte, empuja la cabeza del húmero hacia arriba y estrecha el espacio subacromial → dolor al elevar el brazo.
- – Trapecio superior dominante:
Produce una elevación escapular prematura o excesiva, desequilibrando la rotación escapular y generando tensión cervical o subacromial.
- – Trapecio inferior inhibido:
Al no rotar ni estabilizar correctamente la escápula, esta queda en una posición deficiente para el movimiento → el espacio subacromial se reduce aún más.
Estos desequilibrios son compensaciones musculares, no errores del paciente. Y si no los detectas, los ejercicios correctivos podrían no funcionar.
Paso 4: Analiza los resultados con ejemplos clínicos reales
Ejemplo 1: Hiperactividad del deltoides anterior y trapecio superior

Conclusión:
(X) Hiperactividad del trapecio superior izquierdo: Aumenta la tensión en el cuello y escápula.
(X) Hiperactividad del deltoides anterior izquierdo: Incrementa la presión subacromial durante la elevación del brazo.
Ejemplo 2: Inhibición del trapecio inferior

Paso 5: ¿Qué debes buscar con la EMG?
✅ Patrones neuromusculares ideales:
- – Trapecio inferior: activación progresiva y sostenida que estabiliza y rota la escápula durante la flexión.
- – Trapecio superior: activación moderada, sin picos excesivos.
- – Deltoides anterior: activación firme, pero equilibrada y coordinada con los estabilizadores.
❌ Patrones de compensación a corregir:
- – Dominancia del trapecio superior.
- – Inhibición del trapecio inferior.
- – Sobreactivación del deltoides sin control escapular.
Conclusión
La EMG de superficie no solo te permite confirmar tus hipótesis clínicas. También te revela lo que no se ve a simple vista: cómo los músculos se reparten el trabajo y quién está compensando.
Cuando valoras el síndrome subacromial con una mirada funcional y objetiva, puedes:
- – Corregir los desequilibrios desde su origen.
- – Personalizar los ejercicios y evitar sobrecargas.
- – Acelerar la recuperación y reducir el dolor.
Nos vemos en el siguiente post 🙂