Con una clave neuromuscular para mejorarla
La tendinopatía rotuliana es una de las lesiones más comunes en deportistas que realizan saltos, cambios de dirección o gestos explosivos. Aunque solemos pensar en exceso de carga o mala técnica, uno de los factores menos visibles pero más determinantes es el desequilibrio en la activación neuromuscular entre el cuádriceps y los isquiosurales.
Cuando el recto femoral domina el movimiento y los isquios apenas participan, la rodilla queda sin un correcto control dinámico y el tendón rotuliano recibe mayor tensión. Este desajuste puede perpetuar la lesión e impedir una recuperación completa.
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En este post vas a aprender cómo reeducar esta sinergia paso a paso, utilizando variables de ejercicio y validando los cambios en tiempo real con electromiografía de superficie (EMG).
Desequilibrio en la sinergia cuádriceps–isquios
En pacientes con tendinopatía rotuliana, uno de los hallazgos más frecuentes no está en el tendón en sí, sino en cómo trabajan los músculos que lo rodean. El cuádriceps y los isquiosurales deberían complementarse en cada movimiento de flexo-extensión de rodilla, pero cuando esta sinergia se rompe observa lo que ocurre:
- – Recto femoral hiperactivo → cuando este músculo asume demasiado protagonismo, aumenta de forma directa la tracción sobre el tendón rotuliano. Es como si el tendón trabajara “sin descanso”, acumulando estrés incluso en gestos básicos como subir escaleras.
- – Déficit de activación de los isquios → los isquiosurales actúan como “frenos” naturales de la tibia y ayudan a estabilizar la rodilla durante el apoyo y la absorción de cargas. Si su activación es baja, la rodilla queda más expuesta, con menos capacidad de amortiguación y control dinámico.
Cuando los isquios no acompañan al cuádriceps, la rodilla soporta más impacto, lo que acelera la fatiga del tendón, incrementa la rigidez en la articulación y aumenta la percepción de dolor.
Este desequilibrio puede ser especialmente relevante en pacientes que practican deportes de salto, carrera o cambios de dirección, donde el recto femoral tiende a “tirar de más” y los isquios no llegan a equilibrar la tensión.
El método: modificar variables y validar con EMG
Para reeducar esta sinergia no basta con “añadir fuerza a los isquios” de forma aislada. Lo que realmente importa es modificar el ejercicio funcional para que los isquios se integren mejor en el movimiento.
El protocolo es sencillo:
- – Selecciona un ejercicio funcional que implique la rodilla (ej. zancada).
- – Introduce variaciones técnicas que favorezcan la activación de los isquios.
- – Valida los resultados con EMG, comprobando en tiempo real si la sinergia ha mejorado.
Caso práctico: Zancada anterior
Evaluación inicial (con EMG):
El cuádriceps domina el gesto y los isquios apenas participan.
Resultado: sobrecarga directa del tendón rotuliano.
Variable 1: Zancada con supinación de pie-tobillo
Resultado: apenas hay cambios en la participación de los isquios.❌ La supinación no consigue redistribuir la carga de forma significativa.
Variable 2: Zancada con mayor bisagra de cadera
✅ Mejor participación de los isquios en la fase excéntrica.
✅ Menor dominancia del recto femoral.
Variable 3: Bisagra de cadera + fuerza de rozamiento opuesta
Los isquios alcanzan un nivel de activación similar al recto femoral.
✅ Mayor estabilidad de rodilla.
✅ Reducción de la carga sobre el tendón rotuliano.
✅ Sinergia cuádriceps–isquios optimizada.
Conclusiones
La zancada es un excelente ejercicio para reeducar la activación cuádriceps–isquios, pero requiere ajustes técnicos para ser realmente terapéutica.
Mayor bisagra de cadera y el uso de resistencia opuesta son las variables que más favorecen la activación del bíceps femoral.
La EMG es esencial para comprobar qué variaciones funcionan en cada paciente, evitando basarse en suposiciones.
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